Kaos.- Eran casi las 7:00 de la noche cuando un Policía Nacional
Bolivariano detuvo el vehículo y ordenó la salida de los pasajeros a la
altura del Paseo Los Próceres. Era necesario ingresar caminando y
atravesar espacios verdes y fuentes de agua antes de llegar al
contingente militar que custodiaba la entrada de la capilla ardiente.
A pesar de las instrucciones recibidas, los efectivos de la Fuerza
Armada Nacional Bolivariana también tenían las suyas. Una negativa
rotunda impidió el ingreso inmediato al lugar, donde el vicepresidente
Nicolás Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado
Cabello, rendían honores al líder revolucionario, Hugo Chávez.
Desde afuera, tres pantallas gigantes reproducían lo que ocurría en
el interior del lugar y antes de buscar manera de ingresar, un
ensordecedor aplauso se impuso en los alrededores. Eran las hijas del
presidente, que frente al féretro le rendían un sentido homenaje a su
padre.
"Cuánto dolor para esos muchachos, cuánto amor por un padre", exclamó
una señora mientras palmeaba una y otra vez, con la misma fuerza de su
llanto, con la misma fuerza de su amor, un amor que duele y desgarra.
Estas expresiones de apoyo y solidaridad se volvieron aún más intensas
cuando estuvo frente al Comandante Presidente su propia madre,
visiblemente "demolida" por los hechos.
"¿Tú sabes lo que es enterrar a un hijo? ¿Tienes idea de lo que pasa
después?", preguntó una adulta mayor a sus compañeros de camino.
"Suspensión es lo que queda, es así como cuando sueñas que caes de una
montaña altísima y terminas de descender y nunca tocas la tierra. Eso es
lo que pasa, quedas suspendida, asfixiada, devastada", respondió.
8:00 pm
-¿Usted es el último de la cola? Disculpe, caballero, ¿sabrá dónde termina la cola?
- Siga hasta el final y cuando llegue a la esquina siga preguntando.
Aproximadamente 4.000 personas en fila india bordeaban los
alrededores de la Academia Militar y otras 500 se iban anexando poco a
poco. Ahí nadie decía estar cansado, nunca se escuchó decir que era
tarde y mejor era irse, mucho menos que la cola era muy larga y quizás
lo más conveniente era regresar a casa y ver a Chávez por televisión.
Al contrario, la disposición era total, absoluta, irrevocable: "Estoy
aquí por Chávez y de aquí no me muevo hasta verlo. Sólo Dios sabe que
por el único por el que hago esto es por mi líder, mi hermano, mi padre,
Hugo", comenta Yenny García a sus nuevos amigos que ha hecho en la
cola.
-Yo recuerdo cuando me hice chavista- agrega- fue el 12 de abril de
2002. Antes no me importaba la política y después de ese día me estudié
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
- Entonces te perdiste 10 años de lucha, resistencia y fuego, porque
eso es Chávez, un candelero que arrasa con todo, se propaga y nunca se
apaga -respondió la compañera más cercana que tenía en la cola.
Conversaciones similares se escucharon en distintos puntos de la
extensa concentración de personas que hacían fila para ver por última
vez al comandante. Uno de los más conmovedores fue, quizás, el de Misael
Medina, habitante de Petare, quien hizo el recorrido entero de 7 horas
que partió desde el Hospital Militar Dr. Carlos Arvelo, en San Martín.
"Estoy acá porque lastimosamente mi comandante se me fue físicamente y
no me cansaré de estar aquí de pie hasta que lo vea. Chávez es mi padre
y de aquí no me moveré hasta despedirme de su cuerpo, porque a su
legado jamás diré adiós", dijo sin esconder su rostro enjugado en
lágrimas.
Medianoche
Debido a la inmensa cantidad de personas presentes, se retrasó el
avance de la cola por casi cuatro horas. Algunos compañeros de lucha se
contaban entre ellos para saber quién se había rendido y para orgullo de
todos estaban completos. No sólo estaban completos, sino que ahora
habían más. Al menos, así dijo una joven universitaria que advirtió el
aumento de la cola, que ya llegaba a los 500 metros de longitud.
La imagen de Chávez estaba impresa en camisas, zarcillos, cintas para
el cabello, afiches y hasta en la piel de muchos. Mientras, su discurso
era repetido por grandes y chicos.
De igual forma, el pabellón nacional estaba en las manos de todos,
especialmente de niños que se refugiaban en los brazos de sus padres
para descansar de la larga jornada. Para unos, la peregrinación se
inició el martes luego de la difusión de la noticia, para otros se había
iniciado ese mismo miércoles a las 9:00 de la mañana.
"Papá, yo quiero ver a Chávez aunque él no me vea a mí y cuando esté
frente a él lo saludaré como en la marcha en la que nos mojamos", dijo
un pequeño de unos 6 años de edad, recordando aquella monumental
congregación que significó el cierre de campaña en Caracas para las
elecciones del 7 de octubre de 2012.
El saludo al que se refería el niño no era otro que el militar. Mano
derecha firme, dedos pegados y apretados señalando la sien y bajando
bruscamente con elegancia y templanza.
2:00 de la madrugada
A esa hora la cola había avanzado considerablemente. Lo malo era que
para cada uno de los que estaba allí se acercaba el desenlace, la hora
de la despedida y el último adiós al gran líder de la Revolución
Bolivariana.
Bastaba con observar las miradas desnudas y penetrantes de los
presentes. "No puede ser que se haya muerto, no puede ser, no puede
ser...", parecían repetirse algunos mientras hacían un gesto de negación
con la cabeza.
Pasaron las 3:00, las 3:30 y las 3:45 de la mañana. Un paso corto a
la vez, mucho recogimiento y convicción. Todos entraban al recinto con
fuerza hasta que llegaban al sitio donde se encontraba el Comandante.
Era, sin duda, el funeral de un amigo muy querido. Lo evidenciaban las
mujeres y hombres vestidos de civiles que miraban al techo pidiendo
consuelo a Dios, también lo demostraban los militares de rostro
compungido.
Una fila a la derecha y otra a la izquierda se desplazaban por la
iluminada y espaciosa capilla, que a pesar de su grandeza era acogedora y
llena de espiritualidad.
Una vez ante el féretro, la gente se encuentra con la última imagen
del Comandante: fuerza, integridad y grandeza es una injusta (y hasta
indigna) manera de describir lo que su rostro proyecta. Era, más bien,
serenidad y reposo. Total quietud, absurda por demás.
Dolor otra vez, dolor hasta el final, flaqueza de los que pasaban y
se quedaban con esa última imagen. "¡Arriba, Comandante!, ¡levántate!,
¡Vivirás y vencerás!, ¡Te amamos!", se escuchaba en el recinto como
gritos de emoción.
Al salir de la capilla, se podía encontrar a la gente sentada en el
primer pasillo de la academia, aún consternada por el largo e impactante
ritual de despedida.
Se habían dispuesto dos telones blancos a la salida, en el que los
asistentes a los actos de honor podían escribir sus mensajes al
Comandante.
Luego, los fríos pasillos del recinto militar atajaban a las personas
que salían destrozadas, pero con la mayor de las esperanzas. Esa
combinación de sentimientos, de dolor con esperanza, es lo que permitía
salir "enteros" ante el sufrimiento vivido.
A la salida, la cantidad de personas en la cola se había cuadruplicado a eso de las 4:30 de la madrugada.
En la memoria de todos los que salían del lugar quedaba la consigna
que se encargó de resumir las largas horas de la noche y todo ese amor
que un pueblo podía sentir por su líder: "Chávez no murió, se
multiplicó".
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