martes, 2 de abril de 2013

Nicmer Evans y los intelectuales (Ángel Gómez)

“Un obrero me ve, me llama artista noblemente, me suma su estatura” Silvio Rodríguez, Llover sobre mojado
No se han hecho esperar las reacciones a la carta pública que Nicmer Evans le dirigiera este fin de semana al presidente y candidato Nicolás Maduro.
Entre otras cosas, se ha señalado que la carta es inoportuna porque no es el momento; es impertinente porque las críticas no son sustantivas y sólo reflejan una molestia por la incorporación de artistas; y es además innecesaria porque nadie la estaba pidiendo ni es lo que requiere el momento histórico que vive la Revolución Bolivariana. Eso sin mencionar la clara descalificación que se hace de Nicolás Maduro al tutearlo, llamarlo por su nombre de pila (como hace el comando de campaña opositor), ignorar la majestad del cargo que ocupa y, a mi juicio lo más grave, ignorar su liderazgo y reducirlo a un simple conductor.

Por la información que tengo, Evans no llegó a ocupar nunca el cuadro de honor de los estudiantes de la Escuela de Estudios Políticos de la UCV ni se destacó por ser un alumno brillante, aunque –justicia es decirlo- tampoco era de los peores. Esto en sí mismo no es ni bueno ni malo, ni loable ni censurable. El problema es que Evans parece recomendarle al presidente Nicolás Maduro que reconozca sus limitaciones intelectuales y políticas, pero se niega a reconocer las suyas.

Tengo para mí que son dos las razones que llevaron a Evans a cometer este despropósito.

La primera ya la asomé más arriba: la carta de Evans tiene un primer fundamento en la molestia que él o el grupo al que él pertenece dentro del PSUV (grupo que ha impedido que a Evans los expulsen del partido todas las veces que, según él mismo nos informa, han intentado hacerlo) se siente de alguna manera desplazado dentro del comando de campaña Hugo Chávez. Desplazado por los artistas en la tarima es una primera arista, pero tal vez la menos importante. O visto de otra manera, ese desplazamiento en la tarima es mero reflejo o expresión de algo más profundo: un desplazamiento o pérdida de influencia sobre Nicolás Maduro por parte del grupo al que pertenece Evans. De este modo, Nicmer Evans sólo sería la pluma que sirve para recordarle a Maduro y los otros grupos, tendencias y corrientes dentro del PSUV que el grupo de ellos tiene lo que en ciencia política se conoce como capacidad de chantaje. La carta de Evans es sólo una pequeña muestra de lo que pueden y estarían dispuestos a hacer.

Reconozco que esta primera explicación es un poco lo que se conoce como conspiranoica: fácilmente se me puede refutar que sufro de paranoias que me hacen ver conspiraciones por todos lados. Sin embargo allí la dejo para que sean los lectores quienes juzguen su pertinencia o no.

La segunda razón por la cual creo que Evans le dirige la malhadada carta al presidente Nicolás Maduro me parece que tiene que ver menos con él mismo en tanto que militante y hombre de revolución y más con su carácter de intelectual. Es decir, lo que hizo Evans no es algo de lo que se lo pueda acusar a él exclusivamente, sino que es algo característico de cierta intelectualidad: pensar que están más allá del bien y del mal, que están por encima de pueblos y dirigentes, portadores de la verdad que nos hará libres.

Pensar que Maduro carece de las cualidades intelectuales y políticas para sostener junto al pueblo y sometido a los interés del pueblo, como recuerda Biardeau con palabras del Comandante Chávez, es no sólo pensar que Chávez pudo haberse equivocado (y de hecho pudo haberse equivocado), sino postular que el Comandante tenía muchas menos luces aún al designar a alguien incompetente para la magna tarea de garantizar la pervivencia de la revolución bolivariana. En vida del Comandante Chávez fueron no pocas las veces que Evans intentó aconsejar a Chávez, quien siempre lo ignoró olímpicamente, así como los constantes intentos de polemizar y rivalizar con Mario Silva y Antonio Aponte en busca de la gracia presidencial. En esta ocasión Evans se presenta como el encargado de enmendarle la plana al Comandante Chávez. Hay que tener bolas…

Pero lo más preocupante, desde mi punto de vista de obrero y pueblo que soy, es el desprecio de Evans a ese mismo pueblo que él dice representar, acompañar y defender. Evans, como intelectual, se cree obligado a guiar con sus luces a un pueblo ignorante. Y en ese saco mete también a los artistas, a quienes niega la humana capacidad de la solidaridad y la conciencia política. Éstas se las reserva Evans para él exclusivamente y para quienes superen un proceso de formación que no existe pero en el cual, suponemos, él colaboraría y certificaría gustosamente. Evans también le niega al pueblo la capacidad para reconocerle o negarle a Nicolás Maduro (o cualquier otro dirigente) las cualidades políticas e intelectuales necesarias para dirigir la revolución bolivariana.

Creo, tristemente, que Evans pertenece a esa caterva de intelectuales que ayer hicieron revoluciones de libros y papel, pero que poco hicieron por cambiar el orden existente en la sociedad, más allá de vociferar algunas consignas y llenar sus cuartillas con lugares comunes. Hasta que llegó el Comandante y junto al pueblo de Bolívar les enseñó cómo coño se hace una revolución. Ahora el Nicmer Evans intelectual sabe más de luchas, liderazgos y revoluciones que aquel humilde trabajador, aquel hijo del pueblo, que tiene toda su vida haciendo la revolución. Hay que tener bolas…

Ángel Gómez
angito.gomez@gmail.com
@angitogomez

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