La campaña que viviremos los venezolanos hasta el 10 de abril tendrá unas particularidades significativas. La primera, se da en un contexto emotivo de gran alcance. La desaparición física del Comandante-Presidente afecta a una población importante, tanto en términos numéricos como sociales.
Numéricamente pues el 82% del padrón electoral venezolano está conformado por sectores tradicionalmente excluidos e históricamente relegados, que se convirtieron en el punto focal del planteamiento político del proyecto bolivariano. Socialmente, representan los estratos D y E, que han sido objeto de las políticas de atención social más importantes desde el inicio del Plan de febrero por Eleazar López Contreras en 1936.
La segunda particularidad, es que representa el punto máximo de la conversión del país en un laboratorio viviente para el desarrollo de acciones y estrategias ubicadas dentro de las denominadas Guerras de V Generación, cuyo objetivo se centra en la modificación de los referentes sobre los cuales reconstruimos la realidad que nos rodea. Estas operaciones psicológicas (OPSIC) se basan en tres acciones: 1) generalización, 2) estereotipificación y 3) alteración de la realidad o alienación. Cuando el candidato opositor Henrique Capriles intervino para anunciar su candidatura y “ expreso su duda sobre la fecha de la muerte de Chávez ” genera una generalización sobre un hecho concreto: la desaparición física del Presidente. Construye inmediatamente un estereotipo: “ el chavismo manipula y juega con la muerte ” y finalmente – para completar la OPSIC- cambia la realidad: ya no hay un pueblo que expresa su dolor por el líder, sino una “ elite política ” que manipula el dolor del pueblo. Esto construye una gran idea, sobre la cual se estructura toda una trama simbólica de construcción de la campaña opositora. La gran idea es que el chavismo manipula e irrespeta. Sí manipula e irrespeta la muerte, el “ chavismo ” será capaz de manipular e irrespetar la voluntad electoral de los venezolanos. Se pasa de esa manera a revertir el contexto emotivo de la ciudadanía en función de una realidad cambiada y que no coincide en nada con lo que sucede.
La tercera particularidad, se concentra exclusivamente en la batalla simbólica. El uso de símbolos y referentes permite la construcción antropológica de representaciones en torno “al ellos” y “al nosotros”. Eso permite ubicarse, identificarse con otros, cohesionarse, movilizarse, rechazar, en fin genera ubicación en el contexto social, político y cultural. En el caso de la situación actual, marcada por la emotividad, la batalla simbólica se centra en la trascendencia de las figuras y en este punto se nota la manipulación. Las fuerzas políticas agrupadas en torno al PSUV, MEP, PCV, y todas las demás organizaciones que apoyaron al Presidente Chávez optaron por ponerle su nombre al Comando. Con ello representan su apego emotivo, el compromiso con sus ideales, pero sobre todo la continuidad con su acción colectiva. La figuración emotiva y simbólica de Chávez es indudable. Su liderazgo, su fuerte personalidad ha desatado expresiones diversas con su desaparición física. Contra eso es difícil luchar.
La oposición con Capriles a la cabeza tenía el problema del “ qué hacer ” . Es decir, como luchar, como confrontar sin exaltar a un pueblo, a un ciudadano que está triste, acongojado, susceptible, anímicamente delicado. Intentar hacerlo atacando a Chávez no haría más que afianzar el apego con sus ideales y sería electoralmente un suicidio político. Ante ello, deciden crear la dicotomía Chávez- Bolívar. En este aspecto, se nota la asesoría y el apoyo de especialistas en Guerra de V Generación. Se produce una generalización: los que secuestraron el pensamiento de Bolívar y lo transformaron en un nicho vacio, alejado de la realidad del pueblo ahora lo usan contra quién lo popularizo, le dio un carácter humano de nuevo, mediante su cercanía con el ciudadano común, ese excluido, explotado y sometido a la precariedad.
En este diseño político de manipulación de la realidad, se busca enfrentar al Padre de la Patria con el hombre que revitalizó y popularizó su significado político. Es una acción bien pensada, en función de un objetivo político: apropiarse de los referentes simbólicos que han demostrado impacto, alcance y efectividad. Para nadie es un secreto que quienes hoy enarbolan la propuesta de denominar el Comando Político de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) fueron los mismos que se opusieron a denominar la República con el adjetivo de Bolivariana. Fueron los mismos que mantuvieron bajo llave y sin acceso al público los documentos de Simón Bolívar, que fueron finalmente rescatados y puesto a la disposición de todos los venezolanos. Son los mismos que acusaron a Chávez de abusar en la elaboración y entrega de replicas de la espada de Bolívar.
En este contexto, se produce una reversión de la estrategia. No se trata de confrontar en los términos tradicionales que utiliza la derecha. Se trata de manipular, confundir, mediante el empleo de técnicas de uso de imágenes y control de símbolos. Por ello la significación de la confrontación Bolívar-Chávez que buscan. Todo en un contexto donde saben las dificultades reales que tienen para imponer su proyecto político. Por ello no insisten en una campaña que plantee la visión excluyente y elitesca de la sociedad, que coincidiría con su ubicación ideológica de derecha, sino que se acercan a los referentes políticos que han tenido significación al ser planteados por Chávez durante las contiendas electorales.
La resignificación de la figura de Bolívar es un logro de Chávez. Y ese logro debe ser “apropiado” por la derecha, ante su imposibilidad de buscar un referente simbólico en Capriles para enfrentar la memoria del hombre, que con su desaparición física ha trascendido la Historia de Nuestra América. Todo ello como un mecanismo de distracción ante la imposibilidad electoral de ganar las elecciones del 14 de abril, cuya idea matriz es que el chavismo es capaz de manipular y jugar con el sentimiento de los venezolanos, puede jugar y manipular la voluntad de los venezolanos y por lo tanto, un gobierno a futuro de Nicolás Maduro es ilegítimo y Venezuela se constituye – formalmente- en un Estado Forajido, que debe ser intervenido por la “paz de la región”. He ahí la relación lógica de las acciones de Guerra Psicológica que marcan esta campaña, por parte de la MUD.
Dr. Juan E. Romero es Historiador Juane1208@gmail.com
La segunda particularidad, es que representa el punto máximo de la conversión del país en un laboratorio viviente para el desarrollo de acciones y estrategias ubicadas dentro de las denominadas Guerras de V Generación, cuyo objetivo se centra en la modificación de los referentes sobre los cuales reconstruimos la realidad que nos rodea. Estas operaciones psicológicas (OPSIC) se basan en tres acciones: 1) generalización, 2) estereotipificación y 3) alteración de la realidad o alienación. Cuando el candidato opositor Henrique Capriles intervino para anunciar su candidatura y “ expreso su duda sobre la fecha de la muerte de Chávez ” genera una generalización sobre un hecho concreto: la desaparición física del Presidente. Construye inmediatamente un estereotipo: “ el chavismo manipula y juega con la muerte ” y finalmente – para completar la OPSIC- cambia la realidad: ya no hay un pueblo que expresa su dolor por el líder, sino una “ elite política ” que manipula el dolor del pueblo. Esto construye una gran idea, sobre la cual se estructura toda una trama simbólica de construcción de la campaña opositora. La gran idea es que el chavismo manipula e irrespeta. Sí manipula e irrespeta la muerte, el “ chavismo ” será capaz de manipular e irrespetar la voluntad electoral de los venezolanos. Se pasa de esa manera a revertir el contexto emotivo de la ciudadanía en función de una realidad cambiada y que no coincide en nada con lo que sucede.
La tercera particularidad, se concentra exclusivamente en la batalla simbólica. El uso de símbolos y referentes permite la construcción antropológica de representaciones en torno “al ellos” y “al nosotros”. Eso permite ubicarse, identificarse con otros, cohesionarse, movilizarse, rechazar, en fin genera ubicación en el contexto social, político y cultural. En el caso de la situación actual, marcada por la emotividad, la batalla simbólica se centra en la trascendencia de las figuras y en este punto se nota la manipulación. Las fuerzas políticas agrupadas en torno al PSUV, MEP, PCV, y todas las demás organizaciones que apoyaron al Presidente Chávez optaron por ponerle su nombre al Comando. Con ello representan su apego emotivo, el compromiso con sus ideales, pero sobre todo la continuidad con su acción colectiva. La figuración emotiva y simbólica de Chávez es indudable. Su liderazgo, su fuerte personalidad ha desatado expresiones diversas con su desaparición física. Contra eso es difícil luchar.
La oposición con Capriles a la cabeza tenía el problema del “ qué hacer ” . Es decir, como luchar, como confrontar sin exaltar a un pueblo, a un ciudadano que está triste, acongojado, susceptible, anímicamente delicado. Intentar hacerlo atacando a Chávez no haría más que afianzar el apego con sus ideales y sería electoralmente un suicidio político. Ante ello, deciden crear la dicotomía Chávez- Bolívar. En este aspecto, se nota la asesoría y el apoyo de especialistas en Guerra de V Generación. Se produce una generalización: los que secuestraron el pensamiento de Bolívar y lo transformaron en un nicho vacio, alejado de la realidad del pueblo ahora lo usan contra quién lo popularizo, le dio un carácter humano de nuevo, mediante su cercanía con el ciudadano común, ese excluido, explotado y sometido a la precariedad.
En este diseño político de manipulación de la realidad, se busca enfrentar al Padre de la Patria con el hombre que revitalizó y popularizó su significado político. Es una acción bien pensada, en función de un objetivo político: apropiarse de los referentes simbólicos que han demostrado impacto, alcance y efectividad. Para nadie es un secreto que quienes hoy enarbolan la propuesta de denominar el Comando Político de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) fueron los mismos que se opusieron a denominar la República con el adjetivo de Bolivariana. Fueron los mismos que mantuvieron bajo llave y sin acceso al público los documentos de Simón Bolívar, que fueron finalmente rescatados y puesto a la disposición de todos los venezolanos. Son los mismos que acusaron a Chávez de abusar en la elaboración y entrega de replicas de la espada de Bolívar.
En este contexto, se produce una reversión de la estrategia. No se trata de confrontar en los términos tradicionales que utiliza la derecha. Se trata de manipular, confundir, mediante el empleo de técnicas de uso de imágenes y control de símbolos. Por ello la significación de la confrontación Bolívar-Chávez que buscan. Todo en un contexto donde saben las dificultades reales que tienen para imponer su proyecto político. Por ello no insisten en una campaña que plantee la visión excluyente y elitesca de la sociedad, que coincidiría con su ubicación ideológica de derecha, sino que se acercan a los referentes políticos que han tenido significación al ser planteados por Chávez durante las contiendas electorales.
La resignificación de la figura de Bolívar es un logro de Chávez. Y ese logro debe ser “apropiado” por la derecha, ante su imposibilidad de buscar un referente simbólico en Capriles para enfrentar la memoria del hombre, que con su desaparición física ha trascendido la Historia de Nuestra América. Todo ello como un mecanismo de distracción ante la imposibilidad electoral de ganar las elecciones del 14 de abril, cuya idea matriz es que el chavismo es capaz de manipular y jugar con el sentimiento de los venezolanos, puede jugar y manipular la voluntad de los venezolanos y por lo tanto, un gobierno a futuro de Nicolás Maduro es ilegítimo y Venezuela se constituye – formalmente- en un Estado Forajido, que debe ser intervenido por la “paz de la región”. He ahí la relación lógica de las acciones de Guerra Psicológica que marcan esta campaña, por parte de la MUD.
Dr. Juan E. Romero es Historiador Juane1208@gmail.com
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