lunes, 10 de marzo de 2014

La Estrategia de Maduro: Entre el Garrote y el Bisturí. Omar José Hassaan Fariñas


La “Mano Dura”  Desde que inició este último capítulo de la larga y repetida saga de actos violentos para derrocar al gobierno constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, empecé a escuchar – con un poco de preocupación – opiniones que circulan dentro del propio ámbito social del chavismo sobre la respuesta actual del gobierno nacional a la violencia de las hordas fascistas, criticando las acciones del gobierno por una supuesta ausencia de “mano dura” que pueda imponer un fin definitivo y contundente a esta serie de actos repletos de terror y violencia, y que amenazan con consumir a todos los venezolanos.

Me imagino que con la expresión “mano dura”, se refieren al empleo de la capacidad bélica o coercitiva de los órganos de seguridad del Estado para desplazar a los grupos violentos e imponer el orden público mediante la fuerza. Para ser más preciso, utilizar la Guardia Nacional y los órganos policiales para imponer el orden, suspender y dispersar las marchas y las protestas, utilizar municiones “activas” (reales) y someter a todos los manifestantes, sin diferenciar entre los mismos, con la esperanza de que el miedo de la “mano dura” pueda dispersar sus esfuerzos y neutralizar el intenso activismo político y las expresiones altamente violentas que exhiben ciertos sectores de la oposición.

Comprendo la preocupación de los militantes bolivarianos, a la vez de los otros ciudadanos de la República, que aunque no comparten los criterios de la Revolución Bolivariana, repudian y rechazan las actuaciones de las bandas delictivas que pretenden asesinar, herir y destruir en nombre de la “patria”. Pero a la vez, quiero expresar mi gratitud a Dios, todo poderoso y misericordioso, que efectivamente el gobierno bolivariano NO se encuentra en la actualidad desarrollando una estrategia de “mano dura” en respuesta a la situación que viene desarrollándose en el país desde el 12 de febrero (en realidad, este nuevo proceso golpista inició el 2 de febrero de 2014 - en el Estado Nueva Esparta - cuando estos mismos fascistas atacaron al equipo de beisbol cubano durante la Serie del Caribe).

El gobierno bolivariano ha tomado una serie de medidas, que si se analizan desde una óptica global, podemos observar que surge de las mismas una estrategia bastante coherente y metódica, que no obedecen a estímulos “mercuriales” o “apasionadas” y que ignora los impulsos instintivos más básicos y emotivos, a favor de la razón, la lógica, y sobre todo, la sabiduría en el manejo de esta agresión política, económica y social que enfrentamos todos los venezolanos. Podemos, por el momento, denominar el conjunto de medidas y acciones por parte del gobierno nacional como la “Estrategia de Maduro”, aunque en realidad, y si le preguntamos al mismo Presidente, nos diría que la misma fue, es y seguirá siendo la estrategia del propio Comandante Hugo Chávez Frías.

A criterio de quien suscribe, evaluar la estrategia del Presidente Maduro requiere de una visión que transcienda lo meramente local o nacional, producto – en primer lugar - de las semejanzas entre la situación venezolana y otras instancias en el sistema internacional que padecen de esta misma “enfermedad crónica”, quienes por lo general son gobiernos que no se circunscriben a las políticas de Washington. Pero en segundo lugar, la visión analítica que proponemos aquí debe transcender lo local (nacional), específicamente a raíz de que los verdaderos actores intelectuales de la agenda sangrienta contra Venezuela no viven en este país. La estrategia del Presidente Maduro para neutralizar la agresión terrorista es la única verdaderamente válida para salvar no solamente a la Revolución, sino a la democracia y hasta el propio país y todos sus habitantes, aunque los “movimientos estudiantiles” de la oposición no lo crean. A continuación, en este documento que se divide en dos partes, esperamos demostrar la veracidad de lo que acabamos de señalar.

Lo Que se Busca

Definitivamente, el Presidente Maduro no ha utilizado la “mano dura” que tanto anhelan y desean los grupos fascistas que se imponga, pues más allá de ciertos incidentes aislados por parte de la Guardia Nacional (con miembros de la misma bajo investigación por el Estado a raíz del uso desmedido de la fuerza, asunto que nunca sucedió durante el Caracazo) y negarle a los manifestantes la posibilidad de “invadir” el este de Caracas después del daño que le causaron a la sede de la Fiscalía de la República y la zona del Parque Carabobo, los actos violentos continúan – y con muy pocas restricciones - en sus supuestos “bastiones” en partes del oeste de la capital del país, a la vez de la ciudad de Maracaibo y el Estado Táchira. Estos agentes fascistas que “operan” en estos puntos aislados del país “sueñan” con lograr dos victorias políticas/mediáticas estratégicas, y que podemos resumir en los siguientes puntos:
Lograr la expansión de las protestas violentas hacia todo el interior del país, con manifestaciones y actos violentos en múltiples focos, preferiblemente en los barrios y las zonas más pobladas de la nación, lo que podemos identificar como la estrategia de “incendiar el país”. En este sentido, el “volumen” de las demostraciones no es tan importante como la presencia de los actos violentos y anti-constitucionales en múltiples focos geográficos. Ya el asunto del “volumen” sería trabajo de los medios de comunicaciones, quienes son expertos en el arte de maquillaje y montaje de las cifras y la realidad en general, representando una concentración de cien elementos violentos como una de miles y miles de “luchadores” pacíficos. Si se generan actos violentos, se les atribuyen todos al gobierno, y si no existen los mismos, se fabrican, asunto demasiado factible y realizable para los expertos en guerra psicológica de los medios de comunicaciones nacionales y globales.
Provocar una serie de respuestas violentas por parte del Estado o de los grupos adeptos a la Revolución Bolivariana. Nada es más deseado y anhelado por parte de las hordas fascistas que poder reproducir en Venezuela lo que sucedió en las plazas de Al-Nahda y la Mezquita de Rabaa al-Adawiya de la ciudad del Cairo en agosto de 2013, o en el Maidan Nezalezhnosti (Plaza de la Independencia) de la ciudad de Kiev en febrero de 2014. En Egipto, las masacres de agosto de 2013 dejó un saldo de más de 600 muertos (la oposición en ese país señala una cifra mucho más alta), mientras que las protestas sangrientas en Kiev lograron - luego que exitosamente pudieron provocar el gobierno de ese país a generar respuestas violentas - destruir el gobierno del Presidente ucraniano Viktor Yanukovych. Los medios de comunicaciones globales – en cooperación con las hordas que tanto desprecian la democracia en Venezuela – pueden magnificar a dimensiones astronómicas los sucesos en las calles, pero para eso necesitan que “algo” suceda, para poder magnificarlo. Claro, siempre pueden inventar o crear “represión” de la nada (veamos como las fotos de actos de represión en otros países fueron atribuidas al gobierno venezolano), pero estas fabricaciones nunca poseen la misma contundencia que pudiera exhibir “un poquito de represión” verdadera.

Este último punto nos ayuda a identificar correctamente el verdadero enemigo que enfrenta el pueblo venezolano: no son las hordas fascistas, ni sus aliados de los medios de comunicación nacional, ni tampoco los “dirigentes” de la MUD (quienes son “dirigidos” en vez de “dirigir” ellos mismos). Los verdaderos enemigos son quienes requieren de los eventos o sucesos que puedan producir todos los “elementos” nacionales para poder tomar acciones políticas, diplomáticas, institucionales y económicas en el ámbito internacional y que conjuntamente puedan destruir – progresivamente - el gobierno y hasta todo el país si es necesario. Si el plan resulta en la destrucción masiva del país objeto de la agresión, pues no importa: en primer lugar, no es su país, es el de otros, y en segundo lugar, la destrucción solo implica más “contratos de reconstrucción” para los actores intelectuales de la agresión imperial. El verdadero actor que controla las “marionetas” fascistas en Venezuela es el mismo actor que impuso su voluntad en Irak, Afganistán, Siria, Libia, Egipto, Ucrania y tantos otros países del mundo: el gobierno de Estados Unidos y sus múltiples “tentáculos” institucionales, organizacionales y económicos.

Quienes reprocharan al Presidente Maduro desde el oficialismo por no aplicar la llamada “mano dura” contra las hordas fascistas, aun no comprenden la verdadera naturaleza del enemigo de la Revolución Bolivariana, un enemigo que se encuentra esperando – pacientemente – por esas mismas acciones de mano dura que tanto demandan y solicitan. No queda duda alguna que la República Bolivariana de Venezuela y los ciudadanos que rechazan la violencia en la misma – una mayoría abrumadora – se encuentran sometidos a una guerra sistemática y sin piedad, en eso todos estamos claro. Lo que no les queda claro a ciertos comentaristas o simpatizantes del chavismo es que tipo de guerra se le esta aplicando al país, quienes verdaderamente la dirigen, y que tipo de evolución debe tener la misma para lograr sus objetivos.

Las Guerras de IV Generación
La guerra que se le aplica al país en la actualidad posee muchos nombres: Guerra de IV Generación, Guerra Psicológica, “Golpe Suave”, Guerra de Baja Intensidad, “Revoluciones de Colores”, etc. Aunque tiene varias “etiquetas”, este tipo de conflicto siempre exhibe una serie de tácticas bastante monótonas, repetitivas y consistentes, de la misma manera que los dictámenes del Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional se aplican por igual a todos los países del Sur, sin percibir cualquier tipo de variedad entre economías tan complejamente diversas como la de Venezuela, Egipto o Sudáfrica. Indiscutiblemente, y disculpen si les presento un argumento tan obvio y elemental, estas formas de guerra no se realizan mediante el empleo de tanques o buques de guerra (aunque durante las etapas finales de la misma, sí se requiere de dichos instrumentos de guerra, como se pudo ver en Libia). Lo que quizás no sea tan obvio, es que las estrategias coercitivas tal vez no sean las respuestas más adecuadas o convenientes para neutralizar estos tipos de agresiones. Las guerras de IV Generación son operaciones “delicadas” y hasta incluso pudiéramos decir “quirúrgicas”, asuntos verdaderamente delicados y refinados, en los cuales el empleo desmedido de la fuerza, o la política del “garrote,” haría más daño que beneficio. A continuación, haremos una breve descripción de las supuestas Guerras de IV Generación – desde la perspectiva operativa de las potencias imperiales – lo cual constituye el objetivo de la primera parte del análisis actual.

Las Guerras de IV Generación, irónicamente, se refieren originalmente a las guerras de guerrillas empleadas por un ejército o un movimiento popular y/o nacionalista para derrocar a una dictadura amparada por las estructuras de un Estado-Nación. Originalmente conceptualizado por el norteamericano William Lind y un grupo de militares de ese país, el término constituye una serie de respuestas “novedosas” (en realidad, son tácticas bastante antiguas) por parte de movimientos o actores no estatales que trataban de desplazar las ocupaciones militares e imperiales de Estados Unidos durante la Guerra Fría. Al encontrarse en una correlación de fuerzas altamente asimétrica en relación a un enemigo que posee bombarderos, tanques, buques de guerra y armas químicas y biológicas, las entidades no estatales o los movimientos guerrilleros utilizaban tácticas de enseñanza y/o propaganda, organizaciones sociales de carácter político y militar, operaciones clandestinas, tácticas de “hit and run” (atacar y correr), confusión sistemática, entre otras, para superar la brecha tecnológica y las capacidades logísticas que poseen los Estados y los ejércitos invasores.

Ciertos elementos de este tipo de lucha fueron paulatinamente empleados por las mismas potencias occidentales cuando les llegó el turno de derrocar gobiernos y destruir “estados enemigos” desde adentro, aunque ya dichas estrategias fueron puestas en práctica durante la Guerra Fría y no después, como ciertos expertos alegan. Los golpes de estado contra los gobiernos nacionalistas y antiimperialistas de Jacobo Arbenz en Guatemala y Mohammad Musadag en Irán son ejemplos de la versión imperial de las estrategias de Guerra de IV Generación. En la versión supuestamente “posmoderna” (periodo pos-Guerra Fría) de las Guerras de IV Generación, el concepto desarrollado por Lind y sus amigos militares evoluciona a raíz de las múltiples contribuciones intelectuales por parte de organizaciones políticas norteamericanas, entre las más importantes podemos señalar al “Instituto Albert Einstein” de Gene Sharp, los “Soros Founation” y “Open Society Foundations” de George Soros, el “International Center for Nonviolent Conflicts” (ICNC) de Peter Ackerman y Jack Duvall, el “Freedom House” de William H. Taft IV, la “National Endowment for Democracy” (NED) de Carl Gershman y el “International Republican Institute” del senador estadounidense John McCain. En este tipo de conflictos, se traslada el campo de batalla desde el espacio tradicional clausewitziano (campo de batalla abierto) y hacia las ciudades y los centros civiles, urbanos e industriales. Los contornos del campo de batalla resultan imprecisos, sin exhibir “frentes identificables”, y la distinción entre “civiles” y “militares” es por lo general muy tenue. Las posibilidades que brinda el desarrollo tecnológico (especialmente la tecnología de las comunicaciones y la información) permiten que uno de los “guerreros” más claves en este tipo de conflictos sean los medios de comunicaciones globales, empleando los mismos conceptos de enseñanza, propaganda y confusión sistemática de las guerrillas, pero contra un gobierno popular y nacionalista.

Las “Vitrinas Políticas”

El elemento más importante de esta estrategia para las potencias agresoras es conseguir, fomentare, organizar, articular y financiar grupos nacionales adeptos a sus causas, es decir, adeptos con sólidos intereses económicos sectoriales, aunque la masa poblacional que debe eventualmente actuar a favor de dichos sectores no poseen ningún interés económico compartido, sino meramente una fuerte identificación ideológica. Luego se inicia la búsqueda de elementos en la sociedad que pudieran legitimar discursos políticos que descalifiquen el gobierno objeto de la estrategia de derrocamiento. Ahora bien, si los partidos políticos tradicionales opuestos al gobierno no poseen dichos credenciales (por estar desacreditados, “momificados” o divorciados de las realidades sociales del país), se busca el apoyo en otros grupos sociales, como por ejemplo los grupos juveniles y los estudiantes, quienes son muy adecuados para ejercer la función de “vitrinas políticas” para quienes no poseen viabilidad política. No sería la primera vez que el gobierno de Estados Unidos utilice grupos estudiantiles altamente conservadores como “carne de cañón” para una invasión o una desestabilización subversiva.

El historiador norteamericano Nicholas Cullather, de la Universidad de Indiana, fue contratado en 1992 por la CIA como historiador para elaborar un libro titulado “Operation PBSUCCESS: The United States and Guatemala 1952-1954” (Operación PBSUCCESS: Estados Unidos y Guatemala 1952-1954) desclasificado en 1997, y que luego formó parte de un libro comercial titulado “Secret History: The CIA´s Classified Account of its Operations in Guatemala, 1952-54” (Historia Secreta: El Recuento Clasificado de la CIA y sus Operaciones en Guatemala, 1952-1954) publicado en 1999. En estas obras, Cullather señala cómo la CIA estimuló la creación de una red de estudiantes de la Universidad de San Carlos para las actividades que ellos denominaron “anticomunistas”. Aquí nos referimos al “Comité de Estudiantes Universitarios Anticomunistas (CEUA)”, creado por Mario Augusto Sandoval Alarcón (quien iría a dirigir los escuadrones de la muerte de la CIA en Guatemala durante los 1970 y 1980), e integraba elementos estudiantiles contrarios a Arbenz, muchos de ellos pertenecientes a las clases sociales afectadas negativamente por las reformas agrarias de la Revolución Guatemalteca de 1944.

Estos estudiantes fueron entrenados por los norteamericanos en métodos de propaganda: consignas antigubernamentales, repartir volantes e, incluso, fueron los encargados de distribuir artículos de prensa falsos, escritos naturalmente por los especialistas en guerra sicológica de la CIA. Estos “agentes estudiantiles” de la CIA distribuían material subversivo, utilizando rumores y difundiendo ideas en contra del gobierno: “Las tierras comunistas son tierras temporales” o “quienes reciben tierras de los comunistas son comunistas”, entre tantos otros eslóganes y campañas, todas con el objetivo de generar el pánico y la duda en la sociedad guatemalteca. Los estudiantes de la CEUA recibían apoyo del “Comité Anticomunista de Locatarios de los Mercados de Guatemala”, como también del “Comité Coordinador Anticomunista” y el “Frente Anticomunista de Liberación”, quienes trabajaban en la difusión de rumores y panfletos anticomunistas.

No solo eso, sino que igualmente participaron en actos de sabotaje como la destrucción de una torre eléctrica en Salamá, Baja Verapaz. Estos actos se dieron dentro del marco de los eventos del 29 de marzo de 1953, cuando 200 mercenarios tomaron Salamá (ciudad guatemalteca) durante 17 horas, y fueron asistidos por el CEUA y la Asociación General de Agricultores (AGA). La revuelta fue controlada, pero ya con ese primer esfuerzo se estableció un patrón de acción. Cuando el gobierno de Arbenz desarticuló la CEUA, varios de sus líderes se fugaron a Honduras y constituyeron el núcleo central del programa contrarrevolucionario, el llamado “Comité de Estudiantes Universitarios Anticomunistas de Guatemala en el Exilio” (CEUAGE), igualmente controlado por la CIA.

La “Bola de Nieve”

Continuando con nuestro análisis, al fomentar movimientos sociales conservadores y movilizarlos políticamente, inicia la etapa de las manifestaciones, huelgas, paros sindicales, todas actividades amparadas por la Constitución y las leyes del país, si el mismo posee un sistema democrático, naturalmente. En líneas generales, la idea es utilizar la Constitución, los marcos jurídicos y los derechos políticos y sociales de un sistema democrático en contra del mismo pueblo que apoya su gobierno electo. Estas manifestaciones y huelgas, en ciertos momentos precisamente calculados, se deben transformar en acciones bélicas, desestabilizadoras y de sabotaje, con el fin de fomentar el caos necesario para debilitar las funciones de coordinación y logística, que son las ventajas más grandes que posee un Estado en caso de una invasión o una subversión.

Los medios de comunicación entran en el escenario con su efecto multiplicador, seleccionando (o fabricando) ejemplos aislados de violencia estatal contra los mismos grupos violentos y subversivos, transformando los mismos de agresores a “pobres víctimas”, lo cual debería alimentar las protestas con aun más adeptos de la población nacional – horrorizados e indignados por la “brutalidad” del Estado y sus malvados “secuaces” (simpatizantes el gobierno) – hasta poder estimular el llamado “snowball effect” (el Efecto “Bola de Nieve”). La expresión antes señalada es un término figurativo que alude a cualquier proceso que inicia de manera reducida o insignificante pero que con el tiempo, la repetición y la persistencia, va adquiriendo cada vez más “momento lineal” o momentum, eventualmente alcanzando características o proporciones potencialmente peligrosas y catastróficas.

Finalmente, al adquirir un nivel “adecuado” de caos e inestabilidad (una “bola de nieve” que se transforme en una “avalancha”), y al regarse estos efectos por varias partes o “focos” del país, se genera la sensación de una gran calamidad nacional, cuando en realidad la misma no supera unas cuantas urbanizaciones dispersas y aisladas, lo cual aporta el momento ideal para aplicar el golpe mortal (golpe de gracia) que ayuda a transformar la apariencia en una realidad: una acción militar o paramilitar, un acto terrorista u otro tipo de acción que “empuje” el país en una de dos direcciones: o colapsa el gobierno y reina el caso, que por lo general es un proceso de corta duración, producto de que los aliados locales de las potencias imperiales ya están preparados para “llenar el vacío de poder” que ellos mismos propiciaron en primer lugar (los elementos fascistas en la Ucrania del 2014, por ejemplo), o el esfuerzo logra desestabilizar el gobierno solamente de manera parcial, lo que nos lleva a una guerra civil sangrienta, que siempre es “alimentada” desde afuera. Si mis palabras no logran convencerlos, pues vean a la Siria de la actualidad, o recuérdense de la breve guerra civil en Libia.

En la próxima sección de este análisis, evaluaremos las estrategias (o contra-estrategias) que debe emplear un Estado y una sociedad para darle respuesta a una agresión imperialista coordinada por sus aliados fascistas en el territorio nacional.

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