martes, 9 de abril de 2013

Gobierno y revolución. La Revolución Bolivariana y el sentido de la historia (Domingo Medina)



Son muchas las vueltas que los revolucionarios venezolanos le venimos dando al futuro de nuestra revolución, desde antes incluso que nuestro Comandante nos abandonara físicamente. Ese ha sido con absoluta seguridad el más duro golpe que hayamos sufrido en nuestra todavía joven revolución, golpe ante el cual palidecen incluso los sucesos de abril de 2002. Pero estamos obligados a levantarnos, como de hecho estamos haciendo.

Me dice mi pareja que ella está convencida de que este habría sido el mejor gobierno del Comandante. Y yo comparto con ella esa opinión. Decía el Comandante en la última entrevista antes de las elecciones del 7-O que él creía que Fidel tenía razón cuando decía que Chávez no podía ser el alcalde de toda Venezuela. “Pero he dedicado mucho tiempo a la estrategia”, decía el Comandante. Y hay que ocuparse de los problemas que todavía persisten y que aquejan cada día a nuestro pueblo, agregaba. Este habría de ser, entonces, el gobierno de la eficiencia y hacia el logro de ese objetivo parecía dirigir el Comandante todas sus energías.

Recordábamos esto mientras comentábamos algunas impresiones acerca de la campaña electoral con unas amigas nuestras. Alguna de ellas comentó la transmutación de Chávez en pajarito y yo pensé en la inmensa tarea que le legó el Comandante Chávez a Nicolás Maduro. Pensaba también en la carta pública de Nicmer Evans, en las críticas que algunos le hicimos llegar y las felicitaciones que le hicieron llegar otros. Pensaba en el poco sentido de la oportunidad de Evans y también en el reclamo de quienes lo apoyaron preguntando que si no es ahora entonces cuándo es el momento de hacer las críticas.

Pensaba en todo esto mientras miraba la cola de carros de todas las tardes en la autopista Francisco Fajardo desde la ventana del apartamento de una de las amigas. Hasta la ventana llegaban ya casi apagándose los sonidos de las cornetas de algunos conductores y el rugido veloz del paso raudo de los motorizados. Los imaginé a todos ellos cansados y desesperados por llegar a sus casas, tratando de empujar a los carros de adelante con los cornetazos, ajenos a los crepúsculos que se multiplicaban con la huida del sol por el oeste caraqueño.

Pensé en Bolívar y en las veces que tuvo que firmar un armisticio o una capitulación, sólo para volver más fuerte y más decidido a conquistar la independencia de su patria. Pensé en el General de Generales juntando hombres, escribiendo proclamas, recorriendo pueblos, llevando su humanidad a lomos de caballos y dejando la vida en los caminos de la geografía nuestramericana, sólo para darnos una patria.

Pensé en Chávez aquella mañana del 4 de febrero de 1992 que lo trajo para siempre a nuestras vidas, asumiendo la responsabilidad de aquella derrota pero anunciando nuevas batallas con aquel por ahora. Imaginé al Comandante en una celda del Cuartel San Carlos o en la prisión de Yare, soñando con rescatar la patria que nos legara Bolívar cuando todavía se enfrentaba a los 30 años de encierro que pedían para él los corruptos políticos de la cuarta república y sin sospechar siquiera que apenas dos años más tarde saldría a la calle para abrazarse para siempre a su pueblo. Lo recordé bajo la lluvia de aquél 4 de octubre cuando la Caracas que parió a Bolívar tiño sus calles rojo con la marea de pueblo libre y revolucionario. Lo vi nuevamente cuando antes de despedirse nos pedía que eligiéramos a Nicolás Maduro como presidente. Lo escuché cantar el Himno de los Bravos de Apure con toda su alma y advertirnos que “tenemos patria, que nadie se equivoque”.

Pensé en Alí Primera y su “fusil de poemas”, su maleta cargada de canciones revolucionarias. Lo supe perseguido por cantarle al pueblo. Lo imaginé preso, golpeado, cansado, pero nunca triste, siempre cantando su arrechera y la arrechera del pueblo. Lo imaginé escondido de los esbirros de la cuarta república adivinando el regreso de Bolívar:

Dicen que viene la hora
mirá para ponernos contentos
se fue Bolívar ayer
pero hoy viene de regreso

(…)

Si Jesucristo sacó
los mercaderes del templo
Bolívar también volvió
a liberar a su pueblo

(…)

Dicen que viene a caballo
pero trae en la gualdrapa
un arsenal de cariño
para sembrar en la Patria

La Patria es una mujer
y él regresó para amarla
contra los que se desvelan
tan sólo por disfrutarla
y en vez de darle caricias
lo que hacen es manosearla

Imaginé a Alí Primera feliz con el regreso del Padre de la Patria. Me pregunté por un momento que habría sentido, qué le habría cantado al Comandante Chávez en esta hora triste de nuestra patria y lo escuché gritar con fuerza que “los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos”.

Regresé de mi ensueño y pensando en lo que habían hecho estos tres gigantes advertí que los tres tenían un poderoso sentido de la historia, que los tres jamás se preocuparon por su suerte individual: no importaron los coñazos, las persecuciones, las derrotas, las traiciones, las cárceles, el hambre, el frío, el pan caliente cada día, las jornadas extenuantes o las tardes en chinchorros: sólo importaba la patria. Por eso pudo decir Alí Primera de Bolívar (y lo habría hecho de Chávez si la vida le hubiese alcanzado) que “jamás en la historia de la Patria/ …el amor por el pueblo/ [fue] llevado a tanta altura”.

El sentido de la historia: saber que se está luchando y trabajando por algo más grande que uno mismo, algo que trasciende la mera existencia individual de cada quien.

Es en ese sentido de la historia que está el futuro de la revolución. No se trata de olvidar la cotidianidad, sino de entender la relación dialéctica entre gobierno y revolución. Dejar para mañana las pequeñas o grandes tareas de gobierno es postergar también la revolución. Pero dedicarse sólo a los pequeños (o grandes problemas) de gobierno y olvidar el sentido histórico de la gesta libertadora de Bolívar y Chávez es condenar la revolución al fracaso. Entender que cada lucha que cada día emprendemos es una lucha para la definitiva liberación de la patria es fundamental.

Pero no podemos quedarnos en la coyuntura. No podemos perdernos o diluirnos sólo en las diatribas por twitter con los escuálidos o en desnudar sus matrices mediáticas cada día. Hay que hacerlo, por supuesto, pero con la conciencia del momento histórico que estamos viviendo. Cuando respondemos a un comentario ofensivo en twitter, cuando La Hojilla o Zurda Konducta desnudan matrices y responden ataques de la canalla mediática, estamos atajando poderosas fuerzas que quieren llevar nuestra revolución por el sendero del fracaso.

Pero lo más importante es la construcción de la patria. “Tenemos patria”, dijo el Comandante en su despedida. “Que nadie se equivoque. Tenemos pueblo”, también dijo. No dijo masa, dijo pueblo. No masa amorfa, manipulada o manipulable. Dijo pueblo, dijo hombres y mujeres combativos, revolucionarios, con conciencia del momento histórico. Por eso su alerta a Nicolás Maduro: deberá caminar junto al pueblo y estar sometido a los intereses del pueblo.

Allí está el futuro de la revolución. En la conciencia de que somos mucho más que un gobierno. No estamos aquí sólo para gestionar, bien o mal o regular, unos recursos para que algunos, muchos o pocos, tengan menos colas en las calles y autopistas; no llegamos hasta aquí sólo para tener una empresa eléctrica que gestione mejor o peor los recursos y nosotros tengamos menos o más apagones. No necesitamos sólo un gerente al frente de esa compañía eléctrica, necesitamos un revolucionario que entienda la importancia del sector eléctrico para el desarrollo del país y el futuro de la revolución.

Este habría de ser el gobierno de la eficiencia del Comandante Chávez, porque él tenía plena conciencia histórica de que la mala gestión podía hacernos perder lo conquistado: la conciencia del pueblo. “Tenemos pueblo, tenemos patria”, nos dijo. No podemos permitirnos perder ese pueblo, esa patria.

Creo que no la perderemos. Me despido con estas frases de un camarada de los muchos que hoy dan la lucha para que la revolución del Comandante Chávez perviva. El camarada se llama  Naguanaguero (@MarcoArlen) y se la leí el 29 marzo de este año:

Los pobres nos pensaremos, que nadie se quede en su cerebro, pensarse es el mejor antioxidante cerebral, todos los cerebros a la calle.”



Domingo Medina G.
domingo.medina@gmail.com

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