jueves, 7 de marzo de 2013

"Chávez no murió, se multiplicó"

Kaos.- Eran casi las 7:00 de la noche cuando un Policía Nacional Bolivariano detuvo el vehículo y ordenó la salida de los pasajeros a la altura del Paseo Los Próceres. Era necesario ingresar caminando y atravesar espacios verdes y fuentes de agua antes de llegar al contingente militar que custodiaba la entrada de la capilla ardiente.


A pesar de las instrucciones recibidas, los efectivos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana también tenían las suyas. Una negativa rotunda impidió el ingreso inmediato al lugar, donde el vicepresidente Nicolás Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, rendían honores al líder revolucionario, Hugo Chávez.
Desde afuera, tres pantallas gigantes reproducían lo que ocurría en el interior del lugar y antes de buscar manera de ingresar, un ensordecedor aplauso se impuso en los alrededores. Eran las hijas del presidente, que frente al féretro le rendían un sentido homenaje a su padre.
"Cuánto dolor para esos muchachos, cuánto amor por un padre", exclamó una señora mientras palmeaba una y otra vez, con la misma fuerza de su llanto, con la misma fuerza de su amor, un amor que duele y desgarra. Estas expresiones de apoyo y solidaridad se volvieron aún más intensas cuando estuvo frente al Comandante Presidente su propia madre, visiblemente "demolida" por los hechos.
"¿Tú sabes lo que es enterrar a un hijo? ¿Tienes idea de lo que pasa después?", preguntó una adulta mayor a sus compañeros de camino. "Suspensión es lo que queda, es así como cuando sueñas que caes de una montaña altísima y terminas de descender y nunca tocas la tierra. Eso es lo que pasa, quedas suspendida, asfixiada, devastada", respondió.
8:00 pm
-¿Usted es el último de la cola? Disculpe, caballero, ¿sabrá dónde termina la cola?
- Siga hasta el final y cuando llegue a la esquina siga preguntando.
Aproximadamente 4.000 personas en fila india bordeaban los alrededores de la Academia Militar y otras 500 se iban anexando poco a poco. Ahí nadie decía estar cansado, nunca se escuchó decir que era tarde y mejor era irse, mucho menos que la cola era muy larga y quizás lo más conveniente era regresar a casa y ver a Chávez por televisión.
Al contrario, la disposición era total, absoluta, irrevocable: "Estoy aquí por Chávez y de aquí no me muevo hasta verlo. Sólo Dios sabe que por el único por el que hago esto es por mi líder, mi hermano, mi padre, Hugo", comenta Yenny García a sus nuevos amigos que ha hecho en la cola.
-Yo recuerdo cuando me hice chavista- agrega- fue el 12 de abril de 2002. Antes no me importaba la política y después de ese día me estudié la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
- Entonces te perdiste 10 años de lucha, resistencia y fuego, porque eso es Chávez, un candelero que arrasa con todo, se propaga y nunca se apaga -respondió la compañera más cercana que tenía en la cola.
Conversaciones similares se escucharon en distintos puntos de la extensa concentración de personas que hacían fila para ver por última vez al comandante. Uno de los más conmovedores fue, quizás, el de Misael Medina, habitante de Petare, quien hizo el recorrido entero de 7 horas que partió desde el Hospital Militar Dr. Carlos Arvelo, en San Martín.
"Estoy acá porque lastimosamente mi comandante se me fue físicamente y no me cansaré de estar aquí de pie hasta que lo vea. Chávez es mi padre y de aquí no me moveré hasta despedirme de su cuerpo, porque a su legado jamás diré adiós", dijo sin esconder su rostro enjugado en lágrimas.
Medianoche
Debido a la inmensa cantidad de personas presentes, se retrasó el avance de la cola por casi cuatro horas. Algunos compañeros de lucha se contaban entre ellos para saber quién se había rendido y para orgullo de todos estaban completos. No sólo estaban completos, sino que ahora habían más. Al menos, así dijo una joven universitaria que advirtió el aumento de la cola, que ya llegaba a los 500 metros de longitud.
La imagen de Chávez estaba impresa en camisas, zarcillos, cintas para el cabello, afiches y hasta en la piel de muchos. Mientras, su discurso era repetido por grandes y chicos.
De igual forma, el pabellón nacional estaba en las manos de todos, especialmente de niños que se refugiaban en los brazos de sus padres para descansar de la larga jornada. Para unos, la peregrinación se inició el martes luego de la difusión de la noticia, para otros se había iniciado ese mismo miércoles a las 9:00 de la mañana.
"Papá, yo quiero ver a Chávez aunque él no me vea a mí y cuando esté frente a él lo saludaré como en la marcha en la que nos mojamos", dijo un pequeño de unos 6 años de edad, recordando aquella monumental congregación que significó el cierre de campaña en Caracas para las elecciones del 7 de octubre de 2012.
El saludo al que se refería el niño no era otro que el militar. Mano derecha firme, dedos pegados y apretados señalando la sien y bajando bruscamente con elegancia y templanza.
2:00 de la madrugada
A esa hora la cola había avanzado considerablemente. Lo malo era que para cada uno de los que estaba allí se acercaba el desenlace, la hora de la despedida y el último adiós al gran líder de la Revolución Bolivariana.
Bastaba con observar las miradas desnudas y penetrantes de los presentes. "No puede ser que se haya muerto, no puede ser, no puede ser...", parecían repetirse algunos mientras hacían un gesto de negación con la cabeza.
Pasaron las 3:00, las 3:30 y las 3:45 de la mañana. Un paso corto a la vez, mucho recogimiento y convicción. Todos entraban al recinto con fuerza hasta que llegaban al sitio donde se encontraba el Comandante. Era, sin duda, el funeral de un amigo muy querido. Lo evidenciaban las mujeres y hombres vestidos de civiles que miraban al techo pidiendo consuelo a Dios, también lo demostraban los militares de rostro compungido.
Una fila a la derecha y otra a la izquierda se desplazaban por la iluminada y espaciosa capilla, que a pesar de su grandeza era acogedora y llena de espiritualidad.
Una vez ante el féretro, la gente se encuentra con la última imagen del Comandante: fuerza, integridad y grandeza es una injusta (y hasta indigna) manera de describir lo que su rostro proyecta. Era, más bien, serenidad y reposo. Total quietud, absurda por demás.
Dolor otra vez, dolor hasta el final, flaqueza de los que pasaban y se quedaban con esa última imagen. "¡Arriba, Comandante!, ¡levántate!, ¡Vivirás y vencerás!, ¡Te amamos!", se escuchaba en el recinto como gritos de emoción.
Al salir de la capilla, se podía encontrar a la gente sentada en el primer pasillo de la academia, aún consternada por el largo e impactante ritual de despedida.
Se habían dispuesto dos telones blancos a la salida, en el que los asistentes a los actos de honor podían escribir sus mensajes al Comandante.
Luego, los fríos pasillos del recinto militar atajaban a las personas que salían destrozadas, pero con la mayor de las esperanzas. Esa combinación de sentimientos, de dolor con esperanza, es lo que permitía salir "enteros" ante el sufrimiento vivido.
A la salida, la cantidad de personas en la cola se había cuadruplicado a eso de las 4:30 de la madrugada.
En la memoria de todos los que salían del lugar quedaba la consigna que se encargó de resumir las largas horas de la noche y todo ese amor que un pueblo podía sentir por su líder: "Chávez no murió, se multiplicó".

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