viernes, 13 de julio de 2012

Nueva doctrina diplomática venezolana (Fernando Buen Abad Domínguez)

Con “peso específico” propio Venezuela ha madurado una manera nueva de comprender y aplicar su política internacional. Se trata de una novedad añeja inscrita en el pensamiento de Simón Bolívar y en las tradiciones internacionalistas más profundas del socialismo que se construye en el Siglo XXI.



A diferencia de la mayoría de las teorías y prácticas diplomáticas que, patente y latentemente, se despliegan sobre intereses casi exclusivamente comerciales, la doctrina diplomática venezolana está marcada por el sello de la integración, de la unidad y la emancipación de los pueblos. Eso es una verdadera revolución en las relaciones internacionales y es un camino nada fácil de transitar. Es una doctrina añeja y nueva que da pasos incipientes, no es “perfecta”, pero avanza como respuesta a una de nuestras necesidades más urgentes.
Cada una de las misiones diplomáticas de Venezuela, a partir de su proceso revolucionario, se anima con objetivos de interrelación en los que prima la garantía absoluta por el respeto a la soberanía e independencia de los pueblos, prima el imperativo identificar puntos de unidad para el fortalecimiento de un mundo multipolar a contrapelo de los intereses unipolares vigentes. Prima la audacia de la fraternidad, la solidaridad y la generosidad por encima de los convenios estrictamente técnicos y protocolares. Prima un vocabulario que llena espacios teóricos y prima una idea de diplomacia radicalmente contraria a toda connotación de simulación, hipocresía o falsas cortesías. Es esa doctrina diplomática nueva, un viento fresco en la geopolítica actual.
No es sencillo que el mundo diplomático asimile, en la práctica, políticas internacionalistas que se preocupan por los problemas humanos antes que por las balanzas de intercambio, sin excluirlas. No es fácil ofrecer un espectro de relaciones donde priman los acuerdos y garantías de muto beneficio, sin chantajes coyunturales y sin premeditaciones alevosas para fincar, a cambio, relaciones de compromiso duradero en lo técnico tanto como en lo afectivo. Se necesita, incluso, una propedéutica y una didáctica minuciosa y sistemática para que el mundo comprenda semejante audacia amigable en el tejido de las relaciones internacionales indispensables para la emancipación de la humanidad.
Doctrina nueva que incluye tesis y acciones actualizadas para relaciones solidarias respecto a los recursos naturales; para el desarrollo de la clase obrera y campesina; para la imbricación con los movimientos sociales, los derechos humanos, el desarrollo técnico y científico, la salud, la vivienda, la educació... la alegría de los niños y de los adultos... en suma el socialismo.
Doctrina nueva en una nueva geopolítica que requiere amor fraterno, también, y requiere reordenación de las instituciones internacionalistas.
Ese aporte venezolano, es un desafío inmenso y es una escuela nueva que va prosperando de convenio en convenio, de firma en firma, donde se suscribe el camino de las soluciones conjuntas para resolver los asuntos “de la panza” y los asuntos del espíritu y del afecto internacionalista. Nada más y nada menos. El sueño de Bolívar nos hace a todos, también, diplomáticos de la revolución socialista y mundial. Oportunidad magnífica.

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