miércoles, 25 de julio de 2012

La delincuencia internacional anunciada (Gustavo Robreño)

La mal llamada “diplomacia” estadounidense sigue asombrando al mundo y cae cada día a niveles más burdos e irracionales, lejos de la más mínima profesionalidad, tal vez presionada por la coyuntura electoral que atraviesa el presidente Barack Obama en sus afanes reeleccionistas o simplemente impulsada por la insaciable voracidad y prepotencia imperiales, habituales en cualquier gobierno que toque representar temporalmente a ese sistema.

Las palabras pronunciadas por la ensoberbecida embajadora de Estados Unidos ante la ONU, tras el veto ejercido por Rusia y China liquidando el engañoso proyecto presentado por Washington y sus socios para posibilitar la intervención militar tipo Libia ante la actual agresión de las bandas armadas en Siria y propiciar así el derrocamiento del actual gobierno, han alarmado con razón a la comunidad internacional.
La desfachatez con que fueron expuestas por la señora Susan Rice en la sesión del Consejo de Seguridad causaron estupor a propios y extraños, recordándose que ni siquiera el genocida George W. Bush hijo fue capaz de ordenar semejante desplante antes de comenzar la brutal agresión contra Iraq y mantuvo los planes ocultos hasta el momento del ataque.
En aquella ocasión, tal como ha anunciado ahora la irresponsable señora Rice, -no se sabe si cumpliendo o no las instrucciones del presidente o la secretaria de Estado,- el pequeño Bush se inscribió definitivamente en los anales de la delincuencia internacional cuando, desconociendo al Consejo de Seguridad, lanzó por su cuenta la guerra contra Iraq y sepultó como nunca antes la autoridad de esa organización mundial.
Posiblemente siguiendo el ejemplo de Bush hijo, pero yendo aún más allá, la señora Rice afirmó amenazante ante el Consejo que, a partir de esos momentos, Estados Unidos consideraría actuar unilateralmente y al margen de ese órgano frente al conflicto sirio; una declaración que anuncia sus propósitos de practicar de manera confesa la delincuencia internacional y que –curiosamente- ninguno de sus aliados más cercanos apoyó explícitamente.
Si comparamos la votación ahora efectuada con la que anteriormente dio luz verde a la agresión contra Libia, el bombardeo contra su población civil, el derrocamiento de aquel gobierno y el asesinato de Muamar Gadafi, observamos significativas diferencias que posiblemente encolerizaron a la señora Rice, sometida al ridículo internacional insistiendo en presentar una resolución que se sabía condenada de antemano.
El hecho de que Sudáfrica y Pakistán se acogieron a la abstención en este caso, marca una diferencia sustancial con respecto a la votación contra Libia, que se añade al contundente y sostenidamente advertido veto de Rusia y China.
Desconocer a las Naciones Unidas, irrespetando e ignorando su autoridad es algo a que nos tienen acostumbrados los sucesivos gobiernos del sistema imperial estadounidense: sin embargo, haber anunciado previamente la voluntad de insertarse en la delincuencia internacional es un privilegio que corresponde desde ahora a la señora Rice.

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