La mal llamada “diplomacia” estadounidense
sigue asombrando al mundo y cae cada día a niveles más burdos e
irracionales, lejos de la más mínima profesionalidad, tal vez presionada
por la coyuntura electoral que atraviesa el presidente Barack Obama en
sus afanes reeleccionistas o simplemente impulsada por la insaciable
voracidad y prepotencia imperiales, habituales en cualquier gobierno que
toque representar temporalmente a ese sistema.
Las palabras pronunciadas por la
ensoberbecida embajadora de Estados Unidos ante la ONU, tras el veto
ejercido por Rusia y China liquidando el engañoso proyecto presentado
por Washington y sus socios para posibilitar la intervención militar
tipo Libia ante la actual agresión de las bandas armadas en Siria y
propiciar así el derrocamiento del actual gobierno, han alarmado con
razón a la comunidad internacional.
La desfachatez con que fueron expuestas
por la señora Susan Rice en la sesión del Consejo de Seguridad causaron
estupor a propios y extraños, recordándose que ni siquiera el genocida
George W. Bush hijo fue capaz de ordenar semejante desplante antes de
comenzar la brutal agresión contra Iraq y mantuvo los planes ocultos
hasta el momento del ataque.
En aquella ocasión, tal como ha
anunciado ahora la irresponsable señora Rice, -no se sabe si cumpliendo o
no las instrucciones del presidente o la secretaria de Estado,- el
pequeño Bush se inscribió definitivamente en los anales de la
delincuencia internacional cuando, desconociendo al Consejo de
Seguridad, lanzó por su cuenta la guerra contra Iraq y sepultó como
nunca antes la autoridad de esa organización mundial.
Posiblemente siguiendo el ejemplo de
Bush hijo, pero yendo aún más allá, la señora Rice afirmó amenazante
ante el Consejo que, a partir de esos momentos, Estados Unidos
consideraría actuar unilateralmente y al margen de ese órgano frente al
conflicto sirio; una declaración que anuncia sus propósitos de practicar
de manera confesa la delincuencia internacional y que –curiosamente-
ninguno de sus aliados más cercanos apoyó explícitamente.
Si comparamos la votación ahora
efectuada con la que anteriormente dio luz verde a la agresión contra
Libia, el bombardeo contra su población civil, el derrocamiento de aquel
gobierno y el asesinato de Muamar Gadafi, observamos significativas
diferencias que posiblemente encolerizaron a la señora Rice, sometida al
ridículo internacional insistiendo en presentar una resolución que se
sabía condenada de antemano.
El hecho de que Sudáfrica y Pakistán se
acogieron a la abstención en este caso, marca una diferencia sustancial
con respecto a la votación contra Libia, que se añade al contundente y
sostenidamente advertido veto de Rusia y China.
Desconocer a las Naciones Unidas,
irrespetando e ignorando su autoridad es algo a que nos tienen
acostumbrados los sucesivos gobiernos del sistema imperial
estadounidense: sin embargo, haber anunciado previamente la voluntad de
insertarse en la delincuencia internacional es un privilegio que
corresponde desde ahora a la señora Rice.
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