Emulando con la infame complicidad de la
OEA en las agresiones de EU contra Cuba en la década de los 60 del
pasado siglo, la Liga Árabe se entierra en el fango del deshonor y el
descrédito.
Desde su sede en Doha, Qatar, uno de los
Estados que interviene militarmente en los asuntos internos de Siria,
ofreciendo financiamiento, armas y combatientes a los grupos armados que
intentan derrocar al gobierno sirio, la Liga Árabe aprobó una
resolución que pide al presidente sirio Bachar al-Asad su renuncia e
insta al proclamado “Ejército Libre Sirio” formar un gobierno de
transición “para solucionar el conflicto que atraviesa el país”.
El primer ministro y titular de Asuntos
Exteriores qatarí, Hamad bin Yasem al Zani, quien preside el Grupo de
Contacto para Siria, sugirió la rendición del gobierno sirio. “Hay un
consenso árabe sobre la renuncia rápida de Al-Asad, a cambio de
garantizarle una salida segura con el resto de su familia”.
La resolución de la Liga Árabe incluye
la convocatoria de una reunión extraordinaria de la Asamblea General de
la ONU, para tomar medidas colectivas como “ruptura de las relaciones
diplomáticas y establecimiento de zonas seguras en Siria, que permitan
proteger a los civiles y organizaciones humanitarias”, en obvia busca de
facilitar la intervención militar de la OTAN por la puerta trasera,
debido a la firme posición de Rusia y China en el Consejo de Seguridad.
Yihad Maqdisi, portavoz del Ministerio
de Asuntos Exteriores sirio, calificó de “interferencia flagrante” en
los asuntos internos de Siria la propuesta de la Liga para que el
presidente renuncie. Maqdisi reiteró que el Ejecutivo sirio está a favor
del diálogo político y que el pueblo sirio es el “soberano de sí mismo y
el que decide quitar gobiernos o presidentes, pero a través de las
urnas”. Refiriéndose a los países árabes, el vocero del Exterior afirmó:
“Si de verdad quisieran el interés del pueblo sirio, habrían parado de
acoger y armar a los grupos armados”.
La Liga Árabe es una organización que
agrupa 22 Estados árabes, fundada al calor de la victoria de la II
Guerra Mundial, el 22 de marzo de 1945, por Egipto, Irak, Jordania,
Líbano, Arabia Saudita, Siria y Yemen del Norte, con el propósito de
conseguir la independencia de los Estados árabes que aún permanecían
como colonias de Estados europeos, y “servir el bien común, asegurar
mejores condiciones, garantizar el futuro y cumplir los deseos y
expectativas de todos los países árabes”.
El prestigio y peso internacional de la
organización regional sufrió serio deterioro por su subordinación a EU,
Reino Unido y Francia, en el apoyo a las resoluciones del Consejo de
Seguridad de la ONU condenando a Libia y la posterior agresión militar
de la OTAN, que derrocó al gobierno libio y asesinó al presidente Muamar
Gadafi.
A partir de entonces, la Liga Árabe ha
jugado el triste papel de cómplice de la geopolítica colonial de las
potencias occidentales en el Medio Oriente, con sus pronunciamientos y
resoluciones contra el gobierno del presidente Asad y la participación
de varios de sus miembros en la “guerra sucia” que libra la OTAN en
territorio sirio.
La vergonzante resolución de la Liga
estuvo precedida por una escalada de violencia de los grupos armados en
las ciudades de Damasco y Alepo, y el atentado suicida de un coche bomba
contra el edificio gubernamental, donde murieron cuatro altos oficiales
del Ejército y la Seguridad Nacional.
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