Agencias./ La brutalidad de la policía en EE. UU. durante los
desalojos del movimiento Ocupa Wall Street generó gran polémica en la
comunidad internacional. No solo los 'indignados' fueron víctimas de ese
trato, también los periodistas que cubrían los hechos.
El reportero independiente Tim Pool fue testigo de
las atrocidades de los uniformados, quienes en vez de mantener el orden
parecían estar atizando el fuego. “En Nueva York a la policía no le
importa si tienes el pase o no. He visto cómo un efectivo agarraba a un
periodista que venía pasando y lo echaba al suelo. He visto cómo los
supervisores han exigido interrumpir el paso de los periodistas”,
comenta Pool.
Pero este celo por los papeles no tiene límites, sino
que podría convertirse en un desorden total echando más leña al fuego
de las manifestaciones masivas. Es que además de las credenciales, los
periodistas deberían informar a qué parte del país planean ir después de
cubrir la historia. “Tienes que probar que has cubierto las noticias de
última hora, pero resulta bastante difícil hacerlo cuando la policía no
te lo permite. Así, esto parece un círculo vicioso y necesitas varios
meses para resolverlo. En fin, si les gustan las noticias que has hecho,
te dan el pase”, agregó Pool.
Y los periodistas extranjeros también están pagando
justos por pecadores. Tras pasar los límites jurídicos son tratados como
los participantes de las manifestaciones que quedaron bajo arresto. “La
acreditación que mostré por lo visto no fue suficiente para la policía
neoyorquina. Cualesquiera sean las pruebas, a ellos les da igual. Es un
simple negocio y tus credenciales no pueden protegerte”, comenta Kirill
Belyaninov, un reportero ruso que ha trabajado por tres años en EE. UU. y
ahora está condenado a trabajos correccionales por seis meses. Así, los
valores de la democracia y de las libertades fundamentales de los que
ese país se instituye como abanderado, parecen ser tan solo una fachada
que empieza a resquebrajarse. Y la defensa de la libertad de prensa en
EE. UU., quedaría en manos de los propios periodistas.
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