Clodovaldo Hernández./ “Los problemas de Capriles
Radonski son los típicos de la adolescencia”, diagnostica mi nueva
politóloga favorita, Eva Ritz Marcano. La miro raro y le digo que no
exagere, que el candidato es joven, pero ya va para 40. Eva argumenta:
“Todo el mundo está empeñado en decirle cómo debe ser él mismo y todo el
mundo piensa que él no sabe ser él mismo. ¿Dime si eso no es un típico
problema de la adolescencia?”.
Es verdad: como suele ocurrirle a chamos y chamas, hay demasiados
opinadores (madres, abuelos, vecinas, novios, profesores, tías…)
metiéndose en la vida del candidato. Es uno de los problemas de la
oposición: en sus filas convive tanta gente brillante, instruida, culta,
experta, especializada, entrenada y estudiada que cargan loco al
muchacho. Le han administrado tal sobredosis de consejos, estrategias,
planes de medios, guiones geniales, mapas del tesoro, programaciones
neurolingüísticas, inducciones psicológicas, tratamientos conductuales y
reingenierías de imagen, que han terminado por convertir al triunfador
de las primarias en un manojo de nervios, un orador errático, un
contador de chistes aguaos, un retador apocadito, un personaje al estilo
de Chauncey Gardiner en Desde el jardín. En fin, una chayota.
Debe ser difícil que cada persona que se te siente enfrente te quiera
decir cómo ser tú. Que si di esto y mira pa’llá; baja las escaleras con
tumbaíto, estilo Obama; que si no nombres al tipo, que si nómbralo; que
si rétalo a un debate; no, mejor rétalo a una carrera de 10 km porque
está gordo; que si no, no es bueno que aparezcas corriendo porque las
chicas comprobarán que Leopoldo está más bueno; que si di que te vas a
casar, que si no, mejor di que tu novia es el pueblo, pero que vas a
tener una primera dama aunque sea alquilada; respóndele al carcamal
Poleo, no, no le respondas porque ese es un pran y tú no negocias con
pranes, o mejor sí, lánzale un tiro con comba para que le dé en la madre
a Ramos Allup, que es otro viejo ripioso; ofrece un millón de empleos,
no, uno suena poquito, ofrece dos o mejor tres, lo importante es tener
una promesa básica de producto; golpea al régimen con el hampa, pero no
seas agresivo, que para eso está el otro, el innombrable, pero no le
digas así, dile señor Presidente, pa’ que luzcas como un señor y te
diferencies; no, al contrario, tienes que parecerte a él y declamar La
negra del maraquero, aunque sea en género de neofolklore… ¡Nooooo!,
olvídalo, mejor que sea una música ni vieja ni joven, para que te veas
auténtico, ¿qué te parece algo de Sentimiento Muerto?
Eva tiene razón: es como ser adolescente. Que nadie se extrañe si uno
de estos días se pinta las uñas de negro y se mete a emo. Advertido.
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