Ha
sido Colombia en los últimos años un artificio político y
comunicacional de la mano del protectorado estadounidense, que ha
pretendido simular un Estado de Bienestar en el marco de un país
dividido en 4 Estados que funcionan y coexisten de manera paralela y
eventualmente en conflicto.
De
la mano de Álvaro Uribe Vélez en Colombia se ha profundizado la
capacidad de disimulo ante una realidad pasmosa; Colombia no es un sólo
Estado, está compuesto por un Estado formal, un segundo Estado
paramilitar, un tercer Estado narcotraficante y un cuarto Estado
insurgente. Sin embargo, en una extraordinaria campaña publicitaria de
marcas país, Colombia se vende como un destino ideal... "el riesgo es
que te quieras quedar" reza la contundente publicidad turística de un
país en caos, que logra, a través de la militarización de su capital,
engañar incluso a sus propios habitantes sobre una sensación de
seguridad que detrás tiene una muy pesada realidad; la realidad de la
muerte, la represión y la invisibilización de una salvaje verdad: el
NarcoEstado y la Narcopolítica está dirigida por bases militares estadounidense a través de la DEA y el FBI.
Es tal la condición de colonia de Colombia, que ante el atentado del ex ministro Londoño,
el gobierno de Santos corre a solicitar la inmediata intervención del
FBI, ya que en efecto Colombia no tiene capacidad ni independencia para
investigar casos como éste, donde todos son sospechosos. Y todos son
sospechosos porque cualquiera de los liderazgos de los 4 Estados pudo
haber sido capaz de una acción como esta.
Pero,
quién gana realmente con este atentado, indiferentemente de la fuente
de origen de la acción, les puedo asegurar que es Uribe quien gana al
poder proyectar que bajo su esquema de terrorismo de Estado se logró
liberal a Bogotá de la violencia política, aun cuando en su gobierno la
violencia social y económica no sólo se acentuó sino, se consolido como
esquema de relación que se ha continuado en el gobierno de Santo, pero
sin injerencia directa de Uribe.
La
confrontación Uribe Santos, ha llegado al nivel de generar
señalamientos públicos de sus problemas internos, aún cuando esto no
significa de ninguna manera que ahora Santos sea santo y Uribe un
demonio. Son los dos: el policía bueno y el policía malo, jugando a
favor del mismo actor, el imperio estadounidense. Los dos son policías,
jugando al engaño, y peleando por el control económico de Colombia, en
por lo menos 3 de sus 4 Estados.
Sin embargo, en Venezuela sigue habiendo apátridas, alienados o desclasados, que empiezan
a soñar en Bogota como destino, o como centro de poder, entre los
cuales se encuentran unos cuantos miembros del comando de campaña de
Capriles. No debemos olvidar la reunión de Leopoldo López como
precandidato y Álvaro Uribe el 15 de diciembre de 2011 y el apoyo que en
términos de experiencia de “seguridad” acordaron, afirmando que “un
interés mutuo” los convocó, o ¿va a desconocer Capriles también a
Leopoldo y su influencia en el entorno de su campaña?
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