jueves, 2 de febrero de 2012

Discurso de Jorge Valero, en su calidad de Presidente de la Comisión de Desarrollo Social, de la ONU- ECOSOC

Nueva York, 31 de enero de 2012./ Distinguidos y Distinguidas Representantes de las organizaciones de la Sociedad Civil. Es necesario construir sociedades con justicia social, sin discriminación, y reconciliadas con la naturaleza. Pero el problema es que hoy predomina en el mundo un capitalismo que, como nunca antes en la historia, niega los fundamentos de la vida humana y destruye sin piedad la naturaleza.

Las conquistas que los seres humanos han alcanzado en el ejercicio de su dignidad, y en el dominio de la naturaleza, están siendo cercenadas por unos pocos que solo buscan satisfacer apetitos egoístas y materialistas. Cuánta razón tienen los Indignados y los movimientos sociales y populares que impugnan el predominio tiránico de los bancos, de las oligarquías financieras y de los especuladores.

II

La crisis económica y financiera del capitalismo, que estalló en Estados Unidos en el cuarto trimestre de 2008 y en enero de 2009, se extendió – como llama inflamante – por todos los rincones de la tierra y afecta a los más pobres, a los mas vulnerables, a las clases medias.

La tormenta de las llamadas hipotecas subprime arrasó con una cuarta parte de la riqueza mundial. Sus consecuencias más notorias en el campo social son el aumento de la pobreza, el desempleo, el hambre y, por lo tanto, la desigualdad. Esa crisis también impacta sobre los ecosistemas que son agredidos, sin límites, para rentabilizar – aún más – su explotación. Se mercantiliza, como nunca, la naturaleza.

III

La crisis económica y financiera mundial ha incrementado la pobreza y ampliado las brechas de la desigualdad. He aquí unos datos:
2.800 millones de personas viven en la pobreza con menos de dos dólares diarios (Banco Mundial).
Solo un 1% de la población mundial concentra más del 40% de los activos globales; el 10% acapara un 85% de esos activos (Instituto Mundial de Investigaciones de Economía del Desarrollo de la ONU).
Seis millones de niños mueren anualmente por hambre, diecisiete mil, mueren diariamente (Secretario General de la ONU).

La crisis del capitalismo pretende resolverse recortando la agenda social y transfiriendo – vía tributaria y por variadas formas de transferencia de riquezas – el patrimonio de los pueblos a los bancos, a las corporaciones financieras y a los especuladores.

Las políticas neoliberales que impusieron el FMI y el BM en la década de los 80 y de los 90 en América Latina y el Caribe, con el consiguiente desastre social y ambiental que provocaron (recordemos la “década perdida”), se implementan ahora en países desarrollados, que alcanzaron ciertos niveles de bienestar, a resultas de las políticas de justicia social que se adoptaron después de la Segunda Guerra Mundial.

La globalización con sus corolarios, la especulación financiera, el supuesto libre mercado y la desregulación financiera, no son – como han pretendido los neoliberales – las formulas para alcanzar el desarrollo. Por el contrario, se han convertido en los verdaderos obstáculos para alcanzarlo.

Los neoliberales demonizan el Estado y consideran a los “mercados” como deidades de la economía. Como si estos fulanos mercados fueran entidades abstractas y no organizaciones antidemocráticas al servicio de ese uno (1%) que acapara parte sustantiva de la riqueza mundial. Son las mismas que imponen las reglas de la economía: Wall Street, los hedge funds, las agencias de calificación de riesgos, en resumen, el capital financiero y especulativo.

Estas organizaciones y sus ductores no pueden atacar las causas profundas de la crisis, porque son precisamente sus responsables y los que se benefician de ella. No pueden por lo tanto ofrecer otras alternativas que no sean más sufrimiento para los pobres, para los más vulnerables, para aquellos que Frantz Fanon llamaba “los condenados de la tierra”.

En su afamada obra El Satiricón, escrita en los primeros años del Siglo I de nuestra era, Petronio se preguntaba: “¿Qué pueden hacer las leyes allí donde la pobreza jamás conseguirá triunfar por ser el dinero el que domina?”.

Hoy predominan el capital financiero, sus amos y beneficiarios. Las duras e inhumanas políticas de ajuste que se aplican hoy en día no resuelven sino que, más bien, agravan los problemas sociales. Estas políticas, como han señalado Joseph Stiglitz y Paul Krugman, Premios Nobel de Economía, profundizan la recesión y causan mayor sufrimiento a mayor cantidad de seres humanos.

La crisis económica y financiera del capitalismo ha incrementado la pobreza y ampliado las brechas de la desigualdad. El desafío más importante que hoy tienen la Sociedad Civil y los Movimientos Sociales, es lograr el ejercicio pleno de los derechos humanos para todos, amenazados por las políticas neoliberales.

Estas políticas desmantelan las conquistas sociales alcanzadas por los pueblos en sus heroícas luchas por la justicia social, y se convierten en caldo de cultivo para que resurjan – como están resurgiendo con preocupante fuerza – el racismo, la xenofobia, el fascismo y el egoísmo individualista.

IV

Los desafíos para lograr la solidaridad entre los seres humanos son enormes, en la medida en que las políticas de ajuste fiscal que se aplican en muchos países reducen o eliminan los programas sociales y generan más exclusión, más pobreza y más desigualdad.

Es necesario antes que nada que se logre acceso universal a la justicia social, a los sistemas de seguridad social, para romper con el ciclo de la pobreza y superar la desigualdad. La inversión social hay que aumentarla y no reducirla. Lo que demandan los pueblos es más justicia social y menos pobreza y desigualdad.

Hoy es absolutamente indispensable establecer controles sobre los movimientos de capital y la especulación financiera. Establecer políticas progresivas de fiscalidad. Que tributen más quienes mas ganan.

Las sociedades que no garanticen la protección y tutela de los derechos sociales incuban los gérmenes de su inviabilidad. Y eso es lo que está ocurriendo hoy.

O se universaliza la justicia social y la igualdad, o se universaliza la explotación y la injusticia. Globalicemos entonces la solidaridad. Impulsemos en nuestros países políticas públicas de justicia social, de seguridad y protección social, que promuevan – en vez de reducir – el acceso universal a la salud, a la educación, a la vivienda, en fin, a una vida digna.

Es la hora de la igualdad, la hora de reivindicar los ideales que han inspirado a lo largo de la historia la epopeya humana de la libertad.


Muchas gracias,

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