sábado, 25 de junio de 2011

La familia emigrada y la extrema derecha (Manuel Alberto Ramy)

De Progreso Semanal./ La extrema derecha cubano-americana ha optado por mantener su inhumana e ineficaz línea dura. El Comité de Asignaciones de la Cámara de Representantes de los EEUU aprobó, por 27 votos contra 21, una enmienda a la ley de Asignaciones de Servicios Financieros para el año próximo. Foto. 


El ponente, Mario Díaz-Balart, y sus seguidores, aspiran con esta medida –que debe ser sometida al pleno de la cámara y al senado-- volver al pasado de Bush hijo: los cubano-americanos solo podrán visitar a sus familiares más allegados (concepto que excluye a tíos y primos); las visitas estarían limitadas a 14 días y las remesas a 300 USD por trimestre.
Esa es su respuesta a una realidad cambiante, de por sí siempre atrayente, que mueve a la imaginación y propicia actitudes y comportamientos de diversa índole y con diferentes objetivos. Cuba, guste o no, ha iniciado un proceso de transformación que va teniendo impacto en los emigrados. Respuestas viejas, tradicionales, como esta de los extremistas, ¿se corresponden con una realidad que vincula más y más a los cubanos de ambas orillas?
Los cubanos del patio, necesitados de cambios y ágiles en tomar decisiones, han buscado distintos modos de sumarse activamente a las medidas que el gobierno cubano viene instrumentando. Miles han recibido tierras en usufructo, otros han abierto pequeños comercios y otros se han decidido por la fórmula de transportistas privados (taxistas). A unos les va bien, a otros regular y no pocos han fracasado. Son las veleidades del mercado.
Varios factores inciden en el triunfo o en el fracaso. Solo cito dos: la ausencia de tiendas para mayoristas con precios adecuados –“realistas”, me dijo uno de ellos a propósito de los precios--; y la falta de financiamiento inicial. Pero ambas, y en no pocos casos, está siendo suplida por un nuevo actor económico: la familia emigrada.
Una cifra misteriosa de estos emprendedores compatriotas han recibido de sus familiares apoyo financiero y/o equipos necesarios para sus negocios. Desde sistemas de regadíos para campos de cultivo hasta equipamiento de cafeterías y paladares (restaurantes privados) provienen del dinero aportado por “mi hermano”, “o el primo que está ‘afuera”, me aseguran entrevistados. Insisto: nadie sabe la cuantía, sin embargo los hechos están a disposición de pupilas observadoras y piernas andarinas.
La familia cubana siempre ha encontrado a lo largo de la historia el modo de preservar los valores de la sangre y ahora, en el actual minuto criollo, viene estrenando con el vínculo económico un nudo que los ata con mayor fuerza: invertir aquí con su gente de modo directo, sin mediadores institucionales.
Estamos viviendo una colaboración beneficiosa para los del patio y también para los emigrados, que buscan la acumulación de un cierto capital para cuando vienen de visita, y los hay que me han manifestado su sueño: “contar con un capital para en un futuro, cuando me retire, quedarme (en Cuba) y tener una casita donde vivir”.
Las disposiciones de la actual administración de EE.UU. permiten el envío de dinero, que puede llegar a los 10 mil dólares a través de Western Union. Otros lo hacen por caminos tortuosos y los equipos, como los mencionados, llegan por diferentes caminos. ¿Seguirá llegando en el supuesto nada fácil de que la “percha” colgada en el Comité de la Cámara fructifique hasta en el Senado?
Opino que sí. Llegaban antes de las aperturas del gobierno de La Habana e incluso con anterioridad a las modestas flexibilidades aprobadas por la administración Obama. “Siempre hay una puerta y otra puerta…”, como dice un poema. Pero ahora, el nudo que engarza amores de la sangre con utilidades – modestas en algunos casos, en otros generosas para los estándares del país-- está robustecido. Y puede repercutir.
Golpear al estado cubano con medidas, como las existentes y por todos conocidas, que afectan seriamente a la macroeconomía, lamentablemente pasan inadvertidas para la sensibilidad de muchos, de aquí y de allá, pero el pretendido retorno a las restricciones pasadas golpean en la afectividad renovada y en numeroso bolsillos de emigrados sencillos de la Florida en particular y de EE.UU. en general, los cuales han invertido e invierten en el terruño con sus familias. La extrema derecha desprecia los esfuerzos de los pequeños negocios y de las pequeñas empresas. No las quiere en Cuba.y tampoco en La Florida. Ellos trabajan para los grandes monopolios.
Sin aún llegar a ser ley, la propuesta aprobada en el Congreso vale por un fuerte impulso al reforzamiento del cambio de actitudes registrado en la emigración por numerosas encuestas. Tiempo al tiempo.