Hace algunos años atrás, cuando Chávez era el único “loco” en los foros internacionales, Rafael Correa y Evo Morales eran apenas promesas, pero José Luis Rodríguez Zapatero llegaba a la presidencia del gobierno español cargado con el aura de la renovación de la izquierda, de esa vieja izquierda dominada por liderazgos como el de Felipe González.
La izquierda chic |
Cuando el mapa latinoamericano comenzó a teñirse de rojo con los triunfos de Correa, Morales, Bachelet, Lula, Ortega, y unos cuantos más, no faltaron los que trazaron una línea divisoria entre los partidos y gobiernos de izquierda.
De un lado, encabezados por Zapatero, los más cool, los chéveres, la izquierda chic, los bonitos, los bien portaditos, bien bañaditos y olorositos: Zapatero mismo, Bachelet, Lula… Del otro lado, los monstruos, los que ni siquiera merecían llamarse de izquierda, los terroristas, sucios, pata en el suelo, feos, macacos y una larga ristra de adjetivos no muy distintos: Chávez a la cabeza, Morales, Correa, Ortega. Fueron llegando otros y los “analistas” los agregaban a uno u otro bando según su punto de vista o mejor dicho según su miopía: Lugo, Funes, Mujica, Cristina…
El caso es que los bonitos, los cool, los que quisieron hacerle creer al mundo que se podía ser de izquierda y chic a la vez, terminaron aplastados por la más dura realidad: el capital pasa factura, no perdona. No se puede servir a dos amos a la vez y el capital es un amo más celoso y más colérico que el mismo Jehová. Y por otro lado los pueblos no perdonan a quienes se encaraman en el poder aupados por los pueblos sólo para servir de la manera más ruin a los intereses del capital. Lo que le pasó en España a Zapatero y su PSOE es lo que le suele suceder a los traidores, los judas de la política, que por unas cuantas monedas y unas fotos (ya no en Azores, sino en Paris) se venden al gran capital y sus representantes imperiales.
El caso es que los bonitos, los cool, los que quisieron hacerle creer al mundo que se podía ser de izquierda y chic a la vez, terminaron aplastados por la más dura realidad: el capital pasa factura, no perdona. No se puede servir a dos amos a la vez y el capital es un amo más celoso y más colérico que el mismo Jehová. Y por otro lado los pueblos no perdonan a quienes se encaraman en el poder aupados por los pueblos sólo para servir de la manera más ruin a los intereses del capital. Lo que le pasó en España a Zapatero y su PSOE es lo que le suele suceder a los traidores, los judas de la política, que por unas cuantas monedas y unas fotos (ya no en Azores, sino en Paris) se venden al gran capital y sus representantes imperiales.
Triste que sea la única manera que tienen los pueblos de desnudar las vergüenzas de sus dirigencias. Pobre del pueblo español, que por cobrarle una a Zapatero haya caído en las garras de la derecha fascista heredera de Franco. Bien por Venezuela, Bolivia, Ecuador y los pueblos de Nuestra América que no se venden a la fantasía de una izquierda chic.