lunes, 2 de mayo de 2011

¿Estallará Pakistán como Egipto? Sí, y ¡CUIDADO!, dice con terror este analista derechista de EEUU

DAVID IGNATIUS – Piense en Pakistán un momento como el equivalente al Egipto de Hosni Mubarak. Los dos países disponen de ejércitos fuertes y de badministraciones civiles débiles. Ambos son nominalmente socios de América en la guerra contra al-Qaeda, pero ambos acusan la presión estadounidense. En cada uno de los países, la ciudadanía rebosa de discursos de vergüenza y humillación nacional bajo la hegemonía estadounidense.(Foto)



David Ignatius, columnista del Washington Post
 En Egipto, esta olla a presión condujo a una revolución cuyo eslogan más estridente fue “dignidad”. La misma agitación podría contagiarse a Pakistán, y teniendo en cuenta la fortaleza del fundamentalismo islámico allí, ello tendría consecuencias devastadoras. Mientras tanto, la relación entre Islamabad y Washington se vuelve más venenosa cada semana.
¿Qué hay detrás de esta relación disfuncional, y qué se puede hacer para repararla, si es que se puede hacer algo? ¿Hay alguna manera de alentar una mayor independencia y confianza paquistaní sin romper relaciones con Estados Unidos?
Las cuestiones internacionales se parecen a veces más a un recreo que a un encuentro de diplomáticos con traje de rayas finas. Los países se sienten “insultados” de la misma forma que los chavales de la calle; les preocupa “perder popularidad”, a veces anteponen el honor nacional a los intereses prácticos. Mantienen diálogos confundiendo conceptos, como durante años fue el caso entre Mubarak y una retahíla de presidentes estadounidenses. Y entonces las cosas saltan por los aires, y la gente se pregunta el motivo de que sucediera.
Aquí tiene cuatro muestras recientes de la falta de comunicación adecuada en la relación entre Estados Unidos y Pakistán. Cada parte sospecha de la mala fe de la otra, como demuestran estos ejemplos, pero la imagen más genérica es la de un tenaz malentendido. A saber:
- El General Ahmed Shuja Pasha, director de los servicios de Inteligencia de Pakistán, acudía a Washington el mes pasado para verse con el director de la CIA León Panetta y cerrar una disputa en torno a la detención del contratista de la CIA Raymond Davis y los ataques con vehículos estadounidenses no tripulados. Pasha arriesgó su reputación en el país al venir a Washington, pero el encuentro pareció discurrir bien. La jornada enque abandonaba el país, Estados Unidos lanzó un gran ataque con vehículos no tripulados contra Waziristán del Norte que un agente del espionaje pakistanín describía como “bárbaro”.
- El Almirante Mike Müllen, jefe del Estado Mayor, se desplazaba a Pakistán hace dos semanas para tratar de arreglar las cosas por su cuenta. De camino, hizo escala en Afganistán para recibir un espeluznante parte acerca de las relaciones de los servicios de espionaje paquistaníes con la red Haqqani -n una facción talibán que es el principal adversario de América al este de Afganistán. Durante dos ruedas de prensa, Müllen se despachó con los paquistaníes. Los paquistaníes estaban molestos por ser castigados en público.
- El General Ashfaq Kiyani, jefe del alto mando paquistaní, se reunió el año pasado con Richard Holbrooke, anterior representante especial para Afganistán y Pakistán. Kiyani llevaba un ejemplar subrayado del libro de Bob Woodward “Las guerras de Obama”, cuyas revelaciones incluían acusadas críticas a Pakistán por parte de oficiales estadounidenses de alta graduación. “Señor embajador, ¿me puede informar de cómo sucedió esto?” preguntaba Kiyani con indignación.
- Y luego están los ataques con vehículos teledirigidos: En su frustración con Pakistán, la administración elevaba de forma acusada el año pasado sus ataques con vehículos Predator por la región de Waziristán del Norte. Pero un funcionario militar paquistaní dice que en los 118 ataques con vehículos teledirigidos que contabilizaron el pasado año, sólo un objetivo “de elevado interés” de al-Qaeda perdió la vida. Mientras tanto, la opinión pública paquistaní hervía ante lo que consideró una injerencia en la soberanía.
Cuando se pregunta a los funcionarios de la administración por la relación Estados Unidos-Pakistán, la gente simplemente sacude la cabeza con exasperación. Consideran que el país está empezando a desmoronarse por las costuras.
Puede que Pakistán necesite una revolución popular, como la de Egipto, donde la población exige un papel más claro a la hora de determinar su futuro. Pero es difícil considerar este resultado favorable para alguien en este extremo, menos quizá Osama bin Laden. Y podría facilitar a cualquiera el acceso a las armas nucleares de Pakistán.
Una manera de consolidar la soberanía paquistaní, en ausencia de tal levantamiento, sería que Pakistán adoptara un papel más claro a la hora de atajar la insurgencia talibán que está volviendo locos a Islamabad y Washington. Un funcionario del espionaje paquistaní me esbozaba las líneas maestras de “un marco de negociación”. Los paquistaníes exigirían a los grupos talibanes con los que han mantenido contacto — y sí, eso incluye a la red Haqqani – que cumplieran los requisitos estadounidenses para alcanzar un acuerdo rechazando a al-Qaeda, deteniendo el enfrentamiento y aceptando la constitución afgana.
En caso de que los grupos talibanes rechazaran este marco de paz, dice el funcionario de la Inteligencia paquistaní, habría “terapia militar”.
No hay forma de saber si los paquistaníes podrán cumplir. Pero al ponerlos a prueba — y concederles su papel en el futuro de la región — Estados Unidos podría al menos apelar al anhelo nacional de dignidad e independencia. Esta relación no necesita un divorcio sino tal vez una pequeña separación — romper un ciclo potencialmente ruinoso de insulto mutuo.